Una de las cosas que más se me pierden son los lápices ¿te sientes identificado conmigo? Realmente me cuesta mantener un lápiz más allá de una semana en mi bolsillo, lo peor es cuando decido usarlo, pues a los minutos ya no está en mi mano. Por ello hace un año me auto-receté una terapia para solucionar este problema: decidí comprar un lápiz de calidad a un precio que me hiciera doler el bolsillo. En los productos “tax free”, que ofrecen en los aviones, encontré el lápiz que solucionaría mi problema para siempre, si me cuesta caro, por naturaleza, lo voy a cuidar. Todos somos descuidados con las cosas que nos prestan o nos regalan, pero cuando algo nos cuesta, la cosa cambia ¿o no? Además este modelo me ofrecía tener en uno solo lápiz el color negro, rojo y grafito. A todas luces una gran solución.
Pero un día luciéndolo, noté que se le había acabado el repuesto de grafito. Como buen ser humano, hice lo que la costumbre me enseñó a hacer, tomé la parte trasera del lápiz la destornillé esperando encontrar el conducto para recargar las nuevas minas. ¡Sorpresa! el espacio estaba cubierto, no había ninguna posibilidad de introducirlas por ahí. Creo que debo haber pasado unos buenos minutos tratando de salir de mi estado catatónico. ¿Te has dado cuenta que siempre tratamos de encontrar la explicación lógica de las cosas conforme a nuestras experiencias y formas aprendidas? Ahí estaba yo, sentado en una cafetería preguntándome por qué se me había ocurrido comprar el único lápiz del mundo que no tenía cómo introducirle más minas. Admito, para mi vergüenza, que hasta creí que las minas eran desechables y que después de terminadas no se podían poner más. Haciendo un esfuerzo titánico por salir de mi estado de estupefacción decidí buscar otra alternativa girando la parte de adelante esperando que por ahí aflojara ¿el resultado? Nada. La tapa no giró un milímetro. Busqué otras alternativas y con mucho cuidado tomé ambos extremos y ejercí fuerza hasta que por fin se separaron. ¿Qué encontré? Las tres tripas que correspondían a cada color. En mi cara se plasmó una expresión de triunfo, que probablemente nadie notó en la cafetería, esta era una batalla privada. Pero mi victoria duró sólo segundos, me percaté que aún debía saber cómo separar esa tripa para poner las minas. La emoción de la derrota nuevamente se dibujó en mi rostro. En ese instante mis neuronas reaccionaron y recordé algo. Con un gesto soberbio puse mi lápiz en mi bolsillo y no supo nada más del mundo hasta que por la noche llegué a mi casa.
En mi habitación, en medio de los libros, tenía guardada la caja, y en ella estaba mi arma secreta, algo que seguramente el lápiz había olvidado y esperaba que olvidara. Dentro de la caja estaba el manual de instrucciones. Con un aire de triunfo, puse en la mesa junto al lápiz el recién leído manual. Con destreza y humildad, característica siempre deseable en los vencedores, pude, en sólo segundos, dejar mi lápiz con minas y funcionando como nuevo. La victoria, al fin, fue mía.
Yo soy un convencido, que la misma dinámica del lápiz se aplica a los distintos aspectos de nuestra vida. ¿Qué hubiera sucedido si tratara de arreglar el lápiz según mi propio criterio? lo más probable es que hubiera terminado dañado o en la basura. Qué pasaría si nosotros somos, efectivamente, seres creados, pero decidimos “arreglar” las distintas situaciones de la vida según nuestra propia manera de entender las cosas, según nuestra propia experiencia, no considerando un manual de especificaciones. ¿Existe un manual para nuestras vidas? De eso trata “El Factor Espiritual”.
Por siglos de racionalismo, empirismo y modernismo, hemos dejado de lado todos los recursos que aportan a nuestro desarrollo espiritual. Hemos tomado una actitud de indiferencia hacia el diseñador, y al manual de instrucciones que nos provee, para sacar el máximo de provecho a nuestras vidas. Cada uno de nosotros ha decidido, por medio de su experiencia, escribir su propio manual ¿pero es 100% seguro? Por ejemplo ¿qué sucedería si yo decidiera experimentar con la fuerza de gravedad subiendo a un edificio y dando un paso al vacío? Lo cierto que no se podría aplicar la lógica de ensayo y error, porque sólo tendríamos la chance del ensayo. Hay leyes o principios que no podemos vulnerar por más que nos empecinemos en hacerlo. Hay también leyes y principios espirituales que están presentes en los más diversos aspectos de la vida del hombre. Estos al igual que los que rigen la física son absolutos, y la sumisión o no a ellos, determinarán nuestro éxito o fracaso. ¿Te atreves a conocerlos?